Como padres, es nuestro deber preocuparnos de que nuestros hijos jueguen en un entorno seguro. Intentaremos por todos los medios mantenerles a salvo de cualquier peligro, nos aseguraremos de que no se salgan de un espacio conocido y fiable, pero antes o después irremediablemente los niños se harán daño.
Además de tener siempre a mano varios remedios y estar preparados para afrontar las situaciones más extrañas, debemos ser conscientes de que es totalmente normal y que sucederá múltiples veces a lo largo de su vida: nuestros hijos se harán daño. El desconocimiento de las consecuencias, el poco control de la fuerza y las ansias de entender el mundo, harán que tomen decisiones equivocadas pero totalmente lógicas para ellos. Poco a poco, aprenderán qué pueden y qué no pueden hacer.
Seguro que recordaréis haber oído alguna vez la expresión “errar es humano” o que “de los errores se aprende”. Ambas son frases hechas que ponen de manifiesto una de las más grandes verdades que existen: aprendemos a base de equivocarnos primero. En estas edades en que ellos todavía están desarrollando su mente, la curiosidad les llevará a cometer más de un error, pero también les hará racionalizar el porqué de su dolor.
Es normal que nuestros hijos tengan curiosidad por las cosas e intenten afrontarlas de diferentes maneras. Sobre los 7 años, el niño empezará a crecer y a desarrollarse físicamente: duplicará su fuerza, incrementará la coordinación entre ojo y mano, reducirá el tiempo de reacción y aumentará la precisión de sus movimientos. El niño desarrollará un progresivo ajuste del tono muscular y del control respiratorio según las exigencias que requiera cada situación, con lo que se posibilitará un mayor control de la atención y las emociones. Se planteará nuevos retos físicos y mentales, según sus nuevas capacidades e inevitablemente, antes o después se hará daño. Durante esta época, es importante incitar a que el niño practique algún deporte que esté a la altura de sus nuevas posibilidades. Si esta actividad se desarrolla en una ambiente de confianza para él, conseguirá seguridad y autoestima para seguir desarrollándola en el futuro.
Las actividades extraescolares pueden ayudar a crear una rutina de ejercicio que favorecerá el desarrollo de su cuerpo y su mente. Cada niño tendrá sus preferencias y no debemos anteponer nuestros gustos o prejuicios a los de ellos. Si un niño quiere jugar al fútbol y nosotros lo apuntamos a baloncesto, no conseguiremos más que obstaculizar el correcto desarrollo de su juicio y sus gustos. Siempre hay que marcar unos límites, pero hemos de ser conscientes de dónde los ponemos y por qué.
Las actividades físicas son la mejor manera de mantenerse en forma. No debemos tener miedo de que nuestros hijos se hagan daño. Sea en la calle, en el parque o en casa, es inevitable que antes o después los niños acaben sufriendo más de un tropiezo. Es irremediable y les hace racionalizar y mejorar para no volver a caer. Como todo, el error es puro aprendizaje, y los niños aprenden jugando.
Alicia Brunet de Dios
Profesora de Biología
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